La mayor de las mentiras de nuestro tiempo
Juan Torres López.
Blog: Ganas de escribir
El pasado día 7 el Banco Internacional de Pagos publicó (aquí) los últimos datos disponibles sobre las transacciones financieras registradas en los 27 países o zonas de mayor volumen de todo el mundo, lo que equivale a decir en la práctica totalidad del planeta.
Aunque las cifras no se presentan acumuladas se pueden sumar con relativa facilidad las correspondientes a cada uno de los diferentes conceptos para obtener el total: 14.937 billones de dólares (billones españoles, es decir, millones de millones).
De esa cantidad, el 26% corresponde a las transacciones registradas en Estados Unidos, el 13% al Reino Unido y el 12% a China. Las de estos tres países suman, por tanto, el 51% del total. Las realizadas en España, 74 billones de dólares (0,5% del total)
La cuantía reseñada por el BIP es ya impresionante pero hay que tener presente que no están incluidas todas las transacciones que se llevan a cabo en los mercados financieros. Falta, por ejemplo, las correspondientes a las 9.549 millones de operaciones que, según sus propios datos (aquí), se llevan realizadas en lo que va de año en la OCC (Options Clearing Corporation), una organización de compensación de derivados de acciones.
En cualquier caso, esos 14.937 billones de dólares son ya una cifra suficientemente grande como para sacar algunas conclusiones.
La primera es que la economía mundial está total e innecesariamente financiarizada. Según el Banco Mundial, el PIB conjunto de todos los países del mundo fue de 84,6 billones de euros, es decir, 176 veces menor que el volumen de transacciones financieras. Lo cual, sencillamente significa que estas últimas no se realizan como un servicio de la actividad productiva, como debiera ser, sino como un fin en sí mismas. Es la muestra evidente de que la economía de nuestro tiempo dilapida una cantidad ingente de recursos en un verdadero casino que absorbe los que necesita la actividad productiva, provocando al mismo tiempo burbujas y crisis financieras que la desestabilizan continuamente.
En segundo lugar y esto es lo verdaderamente importante, resulta que una minúscula tasa sobre todas esas transacciones sería suficiente para financiar los gastos que sería necesario realizar para cubrir sobradamente las necesidades de todos los seres humanos sin excepción.
Como es bien sabido, en todos los países del mundo se fijan impuestos con tipos que pueden superar, como ocurre en los personales sobre la renta, el 30-40 por ciento de la cantidad sometida a gravamen. Sin embargo, basta una sencillísima operación para comprobar lo que se podría conseguir con una tasa sobre la totalidad de esas transacciones financieras. Según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (recopiladas aquí), los gastos de todos los gobiernos del mundo suman 35,6 billones de euros en 2020, de modo que sería suficiente una tasa del 0,24%, es decir, de 24 céntimos por cada 100 dólares de transacción financiera, para sufragar la totalidad de ese gasto sin necesidad de ningún otro impuesto o cualquier otra financiación adicional.
La maraña de impuestos, tasas, multas y demás fuentes de ingresos que hoy día se utilizan para obtener los 25,2 billones de dólares que, según la misma fuente, obtienen los gobiernos, se podrían generar con una tasa de 17 céntimos por cada 100 dólares de transacciones financieras.
Hasta el momento, se calcula que todos los gobiernos del mundo han gastado unos 17 billones de dólares para hacer frente a la pandemia, lo que se podría haber sufragado con una tasa de 11 céntimos por cada 100 dólares de transacciones financieras y, por tanto, sin ningún impuesto adicional y sin haber generado deuda alguna.
Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), para conseguir los Objetivos del Milenio, destinados a cubrir las necesidades básicas de la población mundial, se necesitarían entre cinco y siete billones de dólares anuales hasta 2030. Si tomamos la cantidad más grande, resulta que se podría conseguir con una ínfima tasa del 0,04%, es decir, de 4 céntimos por cada 100 dólares de transacción financiera.
Un informe de Naciones Unidas estimó en 2015 que serían necesarios 267.000 millones de dólares anuales hasta 2030 para acabar con el hambre que provoca diariamente la muerte de más de 25.000 personas. Si redondeamos hasta 300.000 millones, se podrían financiar con una tasa del 0,002 por ciento, como he dicho, sin necesidad de más impuestos y sin deuda. ¿No es un auténtico crimen contra la humanidad permitir tantas muertes cuando el dinero necesario para evitarlas lo tenemos a nuestra disposición?
Es evidente que una tasa de esta naturaleza necesita grandes acuerdos y nuevas tecnologías para ponerse en marcha pero ¿de verdad que más complicados o inalcanzables que muchas otras de las medidas que toman los gobiernos de los países más avanzados o las empresas más punteras del mundo?
No estoy hablando ahora (aunque deberíamos hacerlo) de acabar con las más peligrosos e innecesarias de las operaciones financieras y ni si quiera de penalizarlas: ¿quién en su sano juicio y con honestidad puede pensar que se frenarían por soportar tasas de esa ínfima cantidad? Y tampoco vale el estúpido argumento de que el coste de esa tasa sería trasladado a los demás sujetos económicos por quienes las llevan a cabo. Son tan pequeñas que incluso así compensaría aplicarlas. Y, por el contrario, lo que está meridianamente claro es que, con esa tasa minúscula, se aliviarían extraordinariamente los costes de las empresas y hogares, pues dejarían de soportar la carga de impuestos directos e indirectos, entre cien o doscientas veces más cuantiosa, que hoy día han de pagar.
De hecho, ni siquiera sería necesario gravar la totalidad de las transacciones financieras. Su volumen es tan extraordinario que bastaría con hacerlo sobre una parte de ellas para obtener recursos ingentes con tasas igualmente de insignificantes.
Se perfectamente que he expuesto la idea de esta tasa en bruto y que estas cifras son a título de ejemplo pero lo hago para mostrar que la economía y la política de nuestra época se basan en una gran mentira. ¿Cómo se puede decir constantemente que no hay dinero en el mundo para financiar la alimentación, la salud, la educación, la vivienda, los cuidados, las pensiones, las infraestructuras, la seguridad… que necesitamos todos los seres humanos del planeta cuando se podría obtener todo lo necesario para ello por un procedimiento tan directo y efectivo?
Al menos, seamos sinceros y honestos: no hay escasez de dinero, hay miseria de voluntades y un egoísmo atroz por parte de quienes manejan los resortes del poder en el planeta. Los datos que acabo de presentar muestran que vivimos en un sistema que crea la penuria artificialmente. Y lo hace así porque solo se puede tener dominada a la inmensa mayoría de la población si se la mantiene bajo la esclavitud de la ignorancia, la insatisfacción y la deuda.