Crisis bancaria internacional: ¿qué se puede hacer?

Attac France. Crise bancaire internationale Que faire?

Quince años después de la crisis financiera de 2007-2008, el sistema bancario internacional se encuentra de nuevo al borde del colapso en 2023. ¿Cómo ha sido posible, cuáles son las consecuencias de esta crisis y cómo podemos aprender de ella?.

Este texto está extraído del último número de nuestra publicación trimestral, Lignes d’Attac, disponible para suscriptores y publicado por Dominique Plihon.

La crisis bancaria se desencadenó en marzo de 2023 con la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) en Estados Unidos y se extendió a Europa con la quiebra del Crédit Suisse. Estos dos bancos fueron víctimas del pánico, desencadenando una retirada masiva y brutal de dinero por parte de sus clientes.

Esto llevó a las autoridades monetarias a cerrar SVB por miedo al contagio a todo el sistema bancario. Y a movilizar 160.000 millones de dólares (150.000 millones de euros) para hacer frente a las necesidades de otros bancos y tranquilizar a sus depositantes. Por su parte, las autoridades suizas concedieron un préstamo masivo de 50.000 millones de francos suizos. Sin embargo, esta política no parece del todo eficaz, ya que la lista de bancos estadounidenses en dificultades ha crecido hasta incluir a Signature Bank, Silvergate Bank y First Republic Bank.

Ceguera del mercado.

Las primeras explicaciones que se dieron de la quiebra de estos bancos fueron la mala gestión de sus altos ejecutivos y su implicación en  actividades arriesgadas y/o dudosas. SVB, por ejemplo, se especializó en la financiación de start-ups de Silicon Valley, mientras que Signature Bank y Silvergate fueron actores importantes en las criptomonedas. Credit Suisse, por su parte, se vio salpicado por sus operaciones con dinero negro…

 

Sin embargo, señalar los problemas específicos de los bancos no basta para explicar esta cadena de quiebras bancarias. De hecho, revelan la fragilidad estructural del sistema bancario internacional, dominado por los mercados y la especulación. Los actores que debían anticipar las dificultades financieras, en particular las agencias de calificación y los analistas financieros, no vieron venir esta nueva crisis bancaria mundial.

 

La responsabilidad de las autoridades monetarias.

 

Los bancos centrales, responsables de la estabilidad del sistema bancario, desempeñaron el papel de «bomberos y pirómanos» ante esta nueva crisis. Para apagar el incendio de la la crisis financiera de 2007-2008, los bancos centrales aplicaron una política de dinero barato, bajando los tipos de interés a niveles cercanos al 0%. Los bancos comerciales aprovecharon para ampliar su financiación, especialmente en los sectores inmobiliario y de riesgo, y para realizar compras masivas de títulos en los mercados financieros. Esto ha conducido a una peligrosa financiarización de la actividad bancaria.

Pero a partir de 2021, los bancos centrales endurecieron fuertemente su política monetaria para frenar la inflación, que se había acelerado a raíz de la crisis sanitaria y las tensiones geopolíticas. Los tipos directores de la Fed, el banco central estadounidense, subieron del 0% a casi el 4,75% en el espacio de un año. Fue una decisión cuestionable por dos razones.

En primer lugar, esta política es ineficaz frente a una inflación cuyas causas no son monetarias sino estructurales: la crisis energética, la guerra en Ucrania, las subidas de precios de las empresas para aumentar sus márgenes en un capitalismo depredador.

Segundo error: la fuerte subida de los tipos de interés fue una de las causas de la crisis bancaria. Uno de los principales canales de esta inestabilidad fue el hundimiento del valor de los bonos (en el mercado donde se negocian los títulos de deuda), en los que se habían atiborrado los bancos durante el periodo de durante el periodo de dinero barato: cuando suben los tipos de interés, los nuevos títulos emitidos son más rentables que los antiguos, cuyo precio cae automáticamente cuando se revenden en los mercados.

Por esta razón, al ver la fuerte caída del valor de los títulos en poder del SVB, sus clientes perdieron la confianza y se apresuraron a retirar sus depósitos, precipitando la quiebra de su banco. Esto desencadenó una ola generalizada de desconfianza en el sistema bancario estadounidense.

Por lo tanto, las autoridades monetarias son responsables de haber subestimado la influencia de la política monetaria en la estabilidad financiera. Además, hay que responsabilizar a las autoridades estadounidenses por haber relajado la regulación bancaria, a pesar de que esta no se había endurecido lo suficiente tras la crisis financiera de 2007-2008. En 2018, bajo la administración Trump, se decidió elevar de 50.000 a 250.000 millones de dólares el umbral a partir del cual un banco está sujeto a supervisión reforzada. SVB, como la mayoría de los bancos estadounidenses que han quebrado desde marzo de 2023, estaba por debajo de este umbral de 250.000 millones…

El poder de los grandes bancos aumenta de crisis en crisis.

Los grandes bancos han sido los principales beneficiarios de la política de rescate de los bancos en dificultades por parte de las autoridades monetarias. Al igual que Lehman Brothers fue adquirido por Barclays en 2008, en 2023 asistimos a la adquisición de First Republic Bank por JP Morgan y de Crédit Suisse por UBS (Unión de Bancos Suizos).

En cada caso, los adquirentes figuran entre los mayores bancos del mundo y de sus respectivos países. Es más, se trata de bancos denominados «sistémicos» -demasiado grandes para quebrar- que presentan un considerable peligro potencial para la estabilidad del sistema bancario. Además de su considerable tamaño, estos bancos están estrechamente interconectados, de modo que la quiebra de uno de ellos podría, por efecto dominó, desencadenar una crisis en el sistema bancario internacional.

Por ello, las políticas de rescate bancario pueden verse como una huida hacia delante de las autoridades monetarias sometidos al poder de los grandes bancos: demasiado grandes para quebrar, los bancos obligan a los poderes públicos a financiarlos con el dinero de los contribuyentes si entran en dificultades. Los Estados están sometidos a los mercados y a los oligopolios bancarios. Esto plantea un verdadero problema para la democracia.

Aprender de la crisis para ir a lo principal.

Se necesitan reformas a dos niveles: recuperar el control de los bancos y reformar la política de los bancos centrales.

En lo que respecta a los bancos, hay que evitar que una quiebra desemboque en una crisis sistémica que luego obligue a los poderes públicos a pagar el precio. Esta crisis debe brindar una oportunidad para una verdadera reforma bancaria destinada a reducir el número de actores sistémicos, una reforma que no tuvo lugar tras la crisis financiera de 2008. Una de las medidas clave debe ser la separación de las actividades de banca minorista y de inversión.

Esta medida, a la que siempre se ha opuesto el lobby bancario, ha demostrado su eficacia en el pasado: los historiadores financieros han demostrado que la Ley Glass-Steagall (1933), aplicada tras la crisis de 1929, contribuyó a la estabilidad del sistema bancario estadounidense en las décadas siguientes. En 1945, Francia también instituyó la separación de las actividades de captación de depósitos, de crédito a medio y largo plazo y de inversión que también fue sinónimo de estabilidad en la posguerra.

Esta reforma es especialmente necesaria hoy en Francia, donde el sistema bancario está controlado en un 80% por cuatro grandes bancos universales sistémicos (BNP Paribas, Crédit Agricole, Société Générale y BPCE). La separación de las actividades empresariales y minoristas allanaría el camino para la socialización de una parte del sector bancario, con el fin de crear una alternativa al actual sector bancario capitalista y financiarizado.

Los mayores bancos minoristas resultantes de esta separación podrían nacionalizarse y agruparse en un centro bancario público. Este centro bancario público se gestionaría en colaboración con el Estado, las autoridades locales, los usuarios y los empleados, y podría constituir la base de un sistema de tesorería modernizado que sacaría al Estado de las manos de los mercados financieros.

Reorientar la financiación hacia los sectores del futuro.

También es necesario reformar la política de los bancos centrales. Es inaceptable que los bancos centrales se apresuren a aportar miles de millones para rescatar incondicionalmente a los bancos comerciales en dificultades. Debemos evitar una situación en la que los bancos comerciales se beneficien de un apoyo prácticamente ilimitado de los bancos centrales, sin tener que cambiar sus prácticas, o dirigiendo el crédito principalmente hacia sectores de la economía ecológica y socialmente útiles. Por lo tanto, el BCE debería prestar su apoyo Por ello, el BCE debe apoyar prioritariamente, con tipos de interés preferenciales, a los bancos que concedan préstamos en consonancia con los objetivos climáticos y medioambientales.

Además, la política monetaria debe coordinarse con las políticas presupuestarias y fiscales, y formar parte de la planificación ecológica. Para ello, es imprescindible acabar con la independencia de los bancos centrales y reforzar los controles parlamentarios sobre sus actuaciones. Estos controles permitirían supervisar las operaciones de rescate en los sectores bancario y financiero, e imponer contrapartidas a estos rescates.

En conclusión, esta crisis bancaria mundial pone de manifiesto la actual dependencia del modelo de acumulación de capital de la intervención pública. Debe aprovecharse como una oportunidad para reorientar la intervención pública hacia objetivos sociales y ecológicos, en lugar de contribuir a la supervivencia de un sistema económico nocivo que se está agotando.

Dominique Plihon