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Nada que celebrar en los resultados de BFA-Bankia

Carlos Sánchez Mato

bankiaAyer fue un día especial para José Ignacio Goirigolzarri. El Banco Financiero y de Ahorros (matriz de Bankia) presentaba los resultados correspondientes al ejercicio 2013. Después de su convulsa llegada y las enormes expectativas que el Gobierno y los medios oficiales habían levantado con su desembarco, era imprescindible que nos diera buenas noticias.

Y nos las dio.

El grupo BFA-Bankia presentó unos beneficios consolidados de 2.171 millones de euros, por encima de las previsiones de los expertos, y la trompetería mediática empezó a lanzar mensajes de alivio. La situación de la entidad ha sido superada y la entidad ya es un destacado competidor bancario que ha superado los números rojos del año anterior”. Como continuación de la operación de lavado de imagen, se ha comenzado a especular con la posibilidad de que el FROB comience el proceso de privatización de la filial cotizada en el mercado, Bankia, para recuperar parte de las ingentes ayudas públicas que el rescate ha supuesto.

Por el camino han quedado 5.400 trabajadores y el cierre de 1.143 oficinas durante el año 2013 en un acelerado proceso que permitió decir a sus directivos que el proceso de reestructuración finalizará con dos años de antelación a la planificación prevista.

Sin embargo, a pesar del optimismo oficial, no hay nada que celebrar. El análisis de las cuentas correspondientes a 2013 muestran que la operación de salvamento que el Estado ha realizado está lejos de haber llegado a su término. Ni el saneamiento ha terminado, ni las condiciones generales de la economía permitirán que el FROB ponga en manos de otra entidad, una pieza del tamaño de BFA-Bankia que supone un riesgo sistémico ligeramente inferior al 10% del sistema financiero español, aunque sea éste el único objetivo del Gobierno y las autoridades europeas.

Las estratagemas contables vuelven a ser utilizadas de forma profusa por parte del actual consejo de administración y, como en el pasado, son aceptadas y creídas por los mercados en un escenario de euforia general que no refleja la realidad económica de la entidad ni del sector financiero en general.

Si el presidente de BFA-Bankia hubiera descontado del abultado beneficio obtenido, los resultados extraordinarios procedentes de la estafa a los preferentistas, los créditos fiscales concedidos por el Gobierno y las provisiones que no ha contabilizado en este ejercicio, entre otras cosas, nos habría tenido que comunicar que la entidad perdió 1.791 millones de euros el año pasado. Vamos que, no parece el fruto de una excelente gestión el haber conseguido beneficios, sino, más bien, la habilidad para esconder quebrantos y cargarlos en las espaldas de todos lo ciudadanos.

El Grupo BFA-Bankia se enfrenta a una situación muy complicada en los próximos años para poder ser rentable: A su modelo de negocio (como al del resto de entidades financieras) le será muy complicado obtener beneficios en un entorno de sobreendeudamiento. Aunque la publicidad indica que “dan créditos”, el balance indica que las amortizaciones superan los nuevos préstamos por lo que su capacidad de obtener ingresos es muy limitada.  Además, el plan de negocio aprobado por Bruselas le exige beneficios con menor volumen lo que es prácticamente una quimera. Ante eso, utiliza artimañas contables para esconder la complicada realidad sin nuevas inyecciones de capital.

No podemos felicitar a Jose Ignacio Goirigolzarri porque, siendo empleado y muy cualificado de todos los ciudadanos, no les está contando la verdad a estos.

BFA-Bankia ha recibido más de 146 mil millones de euros de ayudas públicas de los que más de 22 mil millones de euros han sido mediante incremento directo de capital. El riesgo que supone esa sistémica entidad para el Estado es brutal. Asumimos entre todos los ciudadanos más de 205 mil millones de euros de posibles pérdidas ante una hipotética quiebra. Plantear en esas circunstancias una privatización de la entidad que no eliminaría futuras contingencias negativas supondría un expolio más para los ciudadanos que hemos contribuido a su rescate.

Hay otra alternativa pero no parece que ni a Goiri ni al Gobierno se le haya pasado por la cabeza. Supondría reconocer otro papel al sector financiero, desde luego mucho más reducido, incluir la rentabilidad social en la cuenta de resultados y poner esta entidad rescatada con el dinero de todos, al servicio del conjunto de la sociedad.

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